No recuerdo exactamente cuando me decidí y creo que en ese momento, no me pareció para nada una locura.

Siempre he sido de complexión delgada, pesaba unos 65 kilos cuando iba al instituto y a la universidad. Por aquel entonces, comía y bebía cualquier cosa, pero mi brutal metabolismo quemaba las Pringles barbacoa, los batidos de chocolate y las cervezas que ingería.

Pero después de la universidad, mi caldera quema grasas de alta gama empezó a hacer un ruido pidiendo un poco de mantenimiento. Llegó un momento en que todos empezaron a decirme que había ganado peso.

Estoy hablando de los años en que se descubrió ladieta Paleo aunque, en mi caso, por alguna razón, no acababa de encontrarle la gracia a vivir una vida sin queso, avena ni mantequilla de cacahuete. Además, ¿no era que los hombres de las cavernas que vivieron en esa época tuvieron vidas cortas con muchos episodios de disentería?

También estaba la dieta Atkins. Y la dieta South Beach. Seguro que la duquesa de York tenía una razón de peso para vender la dieta Weight Watchers o dieta de los puntos (¿el dinero pesa?). Y a pesar de todo, me daba la impresión de que a las personas que conocía y seguían alguno de estos planes les gustaba más hablar de su dieta que seguirla.

Directly Above View Of Grapefruit In Plate On White Backgroundpinterest
Esra Karakose / EyeEm//Getty Images

No creo que sea una casualidad que en la raíz de la palabra dieta encontremos la palabra "die", que en inglés significa morir y es, precisamente, lo que deseamos cuando entramos en la tercera semana de alguna dieta milagro sin comer queso, avena o mantequilla de cacahuete, por mucho que nuestra talla de pantalones se haya visto reducida.

Y, aunque me baso exclusivamente en la observación, ese tipo de dietas parecen funcionar solo a corto plazo. A lo mejor debería haberme dedicado a la investigación en el campo de la nutrición porque, un estudio de 2017, tras analizar los resultados de 25 programas de pérdida de peso, concluyó que los programas de pérdida de peso comerciales solían fracasar a la hora de obtener pérdidas de peso que, aunque modestas, fueran clínicamente significativas, y, en cambio, encontraron altos índices de abandono que parecían demostrar que, para muchas personas, los cambios en la alimentación requeridos por estos programas no eran asumibles.

Así que me decanté por otra opción. Lo que hice fue recoger todas las opiniones que encontré en un extenso cuerpo de artículos científicos y las procedentes de los nutricionistas con los que hablé como editor de alimentación y nutrición de la revista Men's Health y me esforcé por llevar una dieta equilibrada. Y esto fue lo que pasó.

Man chopping vegetables in the kitchen, top viewpinterest
Westend61//Getty Images

Cómo conseguí seguir una dieta equilibrada

Lo primero, decidí comer alimentos reales. Di prioridad a cualquier cosa formada por un solo ingrediente: pollo, vaca, salmón, lechuga romana, tomates, cacahuetes, leche, langosta, huevos, mantequilla, aguacate, arándanos... Creo que lo has pillado. ¿Que si en alguna ocasión me di el gusto de tomar algún alimento procesado que contuviera algún ingrediente con un nombre rarísimo como goma guar o carragenano? Pues sí. Pero lo que no hice fue basar mi dieta en comida basura. Lo que me ayuda a hacer una perfecta transición hacia mi siguiente argumento.

No me gusta demonizar a ningún alimento. Las dietas milagro suelen demonizar a grupos de alimentos enteros o a ciertos nutrientes. En las dietas bajas en grasas hay que comer mierdas como galletas sin azúcar porque un ser superior parece haber prohibido disfrutar de una galleta en toda regla. En las dietas Keto, los carbohidratos son el demonio en vida y serían capaces de atropellar a una ancianita que cruza por el paso de cebra. Según la dieta a prueba de balas de Dave Asprey's, no se te ocurra comprar otra marca de café que no sea la suya, es muy especial y según un estudio de 1832 que se supone que ha leído, las micotoxinas del café comercial pueden convertirte en un hombre-bestia con un único objetivo en la vida: acabar con la felicidad de todos las personas que quieres.

Al decir a la gente qué es lo que no pueden comer, creo que en realidad les están haciendo desearlo con mayor intensidad. Si te digo que tengo una dieta nueva llamada la dieta del algodón de azúcar y que, por supuesto, puedes comer lo que quieras excepto algodón de azúcar, ¿qué te va a apetecer comer? Te entrarán ganas de buscar al primer charlatán de feria para que te sirva ese algodón rosa, blandito, lleno de azúcar, tan dulce... ¿A que sí?

En fin, que como galletas. Como carbohidratos. Incluso bebo el café supuestamente cargado de micotoxinas Y TODOS MIS SERES QUERIDOS SIGUEN VIVOS, DAVE ASPREY.

Por último, como fruta y verdura en todas las comidas y reduzco mi consumo de alcohol y postres. De verdad que no es tan difícil. Tomo dos mandarinas o un plátano y un tomate cortado a la plancha para desayunar. Como una gran ensalada mixta o una guarnición de ensalada de col o una jugosa pera como almuerzo. Para cenar, hago un salteado de espinacas (con aceite de oliva, ajo, la sartén a temperatura media, sal, pimienta y listo) o rayo una ensalada de zanahoria o corto y meto al horno unas patatas. Lo hago mientras cocino lo que me va a aportar proteínas.

Intento obtener unos 30 gramos de proteínas de cada comida y lo hago a ojo (equivale más o menos a un pollo, pescado, lo que sea, del tamaño de la palma de una mano) y una guarnición rica en fibra (col rizada, granos integrales, etc.)

Finalmente, decido si tomo una cerveza con o después de la cena o un postre sencillo, como un trozo de tarta o de chocolate negro. Si no me muero por algo dulce, me tomo una taza de té. Sí. Té.

A cup of lemon tea.pinterest
twomeows//Getty Images

Mi principal reto

Las vacaciones. Fiestas repletas de mesas con comida tipo buffet. Barra libre de langostas rojas y gambas. ¿Pero sabes qué? Veo estas ocasiones como lo que son: una época concreta dentro de la perspectiva general de un año de comer saludablemente. Las dietas como la Whole30 imponen horribles criterios, fases o etapas a los planes de alimentación que se hacen más y más restrictivos a medida que pasa el tiempo. Según ellos, estos periodos de transición ayudan a la persona que sigue la dieta a acostumbrarse al cambio. Para mí, es como si me estuvieran apretando cada vez un poquito más. ¿Por qué no quieren que disfrutemos comiendo?

Mis principales éxitos con la dieta equilibrada

Me he mantenido en un peso saludable (kilo arriba, kilo abajo) de 70 kilos desde que alcancé mi peso máximo tras la universidad de 77 kilos. No he tenido ninguna enfermedad terminal. Tengo energía de sobra para disfrutar con mi mujer y mi hijo. Soy feliz. Me gusta comer. No he tenido que aburrir a nadie ni volver loco a los camareros de los restaurantes con una lista interminable de cosas que no puedo comer. No tengo que entrar en ninguna tienda de alimentación saludable porque esas tiendas siempre huelen raro. No tengo que contar calorías porque, además de que suena horrible, se me dan fatal las matemáticas. No tengo que dar más dinero a Dave Asprey. No tengo que sentirme culpable. ¿Y he mencionado ya que me gusta comer?

A basket of fresh vegetables, and fruitspinterest
Claudia Totir//Getty Images

Las lecciones para toda la vida que me ha enseñado mi dieta equilibrada

Deberíamos disfrutar de la comida. Y no hablo de disfrutar de "mi pizza para llevar de cinco euros que me he comprado de camino al parking porque he tenido un día estresante". Hablo de disfrutar de una comida de la que no te sientes avergonzado porque se te han acabado las calorías de tu dieta Weight Watchers.

Esto es lo que he aprendido tras 10 años siguiendo una dieta equilibrada: Si tu plan de alimentación añade más estrés y trabajo a una vida que ya es estresante de por sí, no estás comiendo bien. Si tienes que andar contando meticulosamente cada caloría, carbohidrato, o aún peor, cada pequeño miligramo de sodio, te vas a volver loco, no vas a disfrutar de lo que significa comer alimentos reales y vas a entrar en una espiral negativa y una auténtica montaña rusa en la que estarás perdiendo y ganando peso constantemente debido a las dietas milagro que solo se preocupan, al parecer, de una cosa: cuánto dinero consiguen sacarte.

La mejor dieta no es sexy. No va acompañada de declaraciones de famosos. No hay que comprar ningún plan. La mejor dieta es la basada en el consumo de alimentos saludables, no en la exclusión de grupos de alimentos y te acompañará por mucho más tiempo que cualquier dieta Atkins, Zone, Whole30, South Beach, baja en carbohidratos, paleo, mesozoica, Bulletproof, keto o la que esté de moda en ese momento.

Así que, ¿qué hay para cenar?

Vía: Men's Health. Traducción: blarlo.com